sábado, 30 de abril de 2016

Otro reflejo

Este Fulano, de apodo relevante para los hechos que ocupan, tuvo a bien o a mal mirarse un día en un espejo, más por casualidad que por propia voluntad. Y este Fulano, después-casi-enseguida, tuvo a bien o a mal recoger un martillo y emprenderla a golpes con el cristal hasta que lo hizo añicos. Los testigos le sujetaron como pudieron los brazos y, obviamente, preguntaron a este Fulano un porqué. Respondió que el que había al otro lado no podía ser él, no podía ser un simple reflejo, porque no por nada le llamaban a él el Triste, y lo que le devolvía el cristal sonreía ampliamente. El extraño, por decirlo suavemente, le irritó. Y del espejo quebrado surgió la sangre de algo que efectivamente pudo haber estado vivo.

miércoles, 20 de abril de 2016

Amnésico

De tanto “¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho?”, y con tanta amargura con que lo gritaba por las calles, los buenos vecinos lo tomaron enseguida por un desgraciado arrepentido, otro último romántico de esos que enternecen con facilidad; se elucubró con una amada que había partido tiempo atrás sin volver la vista antes de perderse por el horizonte, más allá del puerto. Incluso se elucubró con un crimen de amor, un duelo de pistola al amanecer por una mujer imposible. Pero jamás se le ocurrió a nadie pensar que, efectivamente, el último romántico no se acordaba de nada.

jueves, 14 de abril de 2016

Pantalones cortos

Vestían buenas vestiduras, ropas muy sugerentes, aquellos esqueletos amontonados a cientos en las calles calladas, e imaginó las piernas tersas de las muchachas y las rodillas angulosas de los muchachos al descubierto, cubriendo lo que para entonces ya no era más que hueso amarillento y carcomido. Supuso que el fin les pilló en verano, o como poco en una primavera generosa, y de algún modo aquello le sirvió como un consuelo ligeramente indiferente.

jueves, 7 de abril de 2016

Bucaneros

Dijo el hombre de los ojos vendados que el olor salado del mar le recordaba a tiempos más alegres de su niñez, y que pese a todo aquello le hacía feliz.
Los piratas se echaron a reír y desde otro lado de la pasarela le dieron el empujoncito final.  Fue a caer al mar, y los felices entonces fueron los tiburones.

Siempre le recordaron como un tipo optimista.

viernes, 1 de abril de 2016

Raro

Pálida y flacucha, la espigada criatura vestida de otra época y gusto alzó la mirada y pensó, como otras tantas veces, que este mundo le contenía por accidente o por error. Su madre llegó a creer que por eso comía tan poco y tan mal. Nunca se dijeron el uno al otro, porque quizá nunca lo supieron, que ambos llevaban un poco de razón.