jueves, 29 de enero de 2015

La generación encontrada (II)

No hace falta que sigas buscando, señora. No necesitamos que nos encuentres, y si nos has encontrado, por favor, vuelve a perdernos.
Ya nos encargamos, por nuestra cuenta.
Nos hemos hecho un mapa. Con el papel de tu portada.

miércoles, 28 de enero de 2015

Intrahistoria (C): La generación encontrada

Sí señora, les encontramos.
Sí, señora. Tal y como imaginábamos.
Comiendo basura. Yaciendo en detritus.
No, señora, no han mendigado nada. Todavía.
Pero les encontramos, como quería usted. Tenemos portadas. Que paren las rotativas.

lunes, 26 de enero de 2015

Intrahistoria (XCIX): Victoria de Syriza

Y así, Excelencias, ante el inminente (y seguro, tal y como ha sido pronosticado por nuestros expertos) colapso europeo, me complace presentarles este refugio. Que no les lleve a engaño su evidente diseño antinuclear. Este fiable coloso sobrevivió a la Guerra Fría y suponemos que también sobrevivirá a esta nueva Amenaza Roja. Ustedes solo tienen que pasar algunas décadas bajo tierra, a salvo tras esta armadura de hormigón armado, e imaginamos que cuando salgan todo habrá vuelto a la más democrática normalidad. 

domingo, 25 de enero de 2015

Intrahistoria (XCVIII): La Convención del PP

La escena fue la siguiente: el duro e impasible investigador policial tiró con desdén su cigarrillo a medio fumar, entró con grandes y poderosas zancadas en la escena del crimen y se detuvo a pocos pasos de la oveja muerta, que yacía aún así angelical. Entonces dirigió una pétrea mirada al corro de pastores que la rodeaban, todos ellos con miradas huidizas y extraviadas, manos tras la espalda y pies replegados, y preguntó sin ambages ni rodeos:
“Está bien, ¿quién ha sido?”.

viernes, 23 de enero de 2015

La España Tronista (2)

Las crónicas cuentan que a principios de siglo se celebró con mucha algarabía el final de la monarquía, pero que no se previó el alzamiento de un nuevo sistema: la Monarquía Tronista. La tradicional y clasista monarquía al uso cayó por desuso, por mera indiferencia de los súbditos, que mostraron en cambio una irrefrenable pasión por la realeza en ciernes. Nuevos reyes y reinas eran constantemente aupados por la masa tronista, agrupada en torno a afinidades e idolatrías, solo para ser dejados caer a los pocos meses fruto de la desidia y la aparición de nuevos candidatos, igualmente idealizados por el género tronista, al que la fama breve le volvía también breve la memoria del derramamiento de sangre y lágrimas por el honor y virtud del antiguo adorado o adorada recauchutado o recauchutada.
Así las cosas y las sensibilidades del pueblo, la inestabilidad del Estado llegó a ser insoportable, pero las audiencias nunca fueron mejores.

miércoles, 21 de enero de 2015

Intrahistoria (XCVII): La fianza de Luis Bárcenas

Así es, señor. No va a creerlo usted, pero finalmente pagaron su fianza. Fueron aquellos señores y señoras que sostienen la horca y el cajón de madera. Aquellos miles, que llevan toda la mañana cortando la calle. Realmente tocaron a nada por cabeza, unos céntimos, una miseria, pero dicen que les va a merecer la pena. ¿Los ve, señor? Mire bien por la ventana. Diría que saludan con la manita. O que le enseñan la horca.
Masas jaleadas, ¿eh?
Yo creo que eso es mucha televisión, ¿sabusté?

sábado, 17 de enero de 2015

La España Tronista (1)

tronista.
1. Sujeto que ocupa el llamado “trono” en un conocido espectáculo televisivo de dudoso gusto pero fiel audiencia, con el fin de ser pretendido por semejantes del sexo opuesto para culminar una hermosa historia de amor para la eternidad o, en su defecto, dos o tres semanas.
2. Aspirante a lo anterior, que toma tal objetivo como filosofía y forma de vida, y se hace por ello reconocible a la sociedad tanto por su comportamiento como por su aspecto físico, así como por una intelectualidad propia y diferenciada del mortal corriente.
3. Mero/a simpatizante y soporte moral y social de lo anterior, fracaso del sistema evolutivo y educativo, masa social de edad comprendida entre los trece y los treinta años, en ciertos casos con derecho a voto en las diferentes formas de participación electoral.
4. Fundador y/o miembro de clubes de fans de los sujetos incluidos en la primera acepción.
5. Fuerza de la naturaleza, tromba incontenible, clamor popular, exaltación y admiración de la mediocridad como forma de vida. Cáncer nacional.

6. Votante soñado por un nada desdeñable sector político.

viernes, 16 de enero de 2015

Todos los niños nacen rubios

Los nuevos tiempos exigían nuevos condicionamientos, explicaba el director. O, mejor dicho, los exigían las madres. La nueva  demanda de niños rubios respondía al alza y nuevo impulso del cine ario en la costa mediterránea europea y en el este de los Estados Unidos, cuando hasta hacía pocos años había triunfado sobre todo en Europa central y norte y, a la fuerza, en Rusia.
Era un proceso sencillo, explicaba el director. Podrán verlo por ustedes mismos. Observen este grupo de jóvenes. Van a ser inyectadas.
Las observamos y nos sonrieron. Alguna alzó el brazo.
Niños rubios como los de las películas.
Dos filas de jóvenes italianas, vestidas todas ellas con batas con osos de peluche y margaritas estampadas, recibían pinchazos en los brazos izquierdos mientras el director del centro comentaba que el margen de error se había reducido solo hasta un 0,5%. En la práctica, todos los niños nacían ya rubios. A modo de anécdota, el director dijo que en Berlín empezaban a imponerse los castaños muy claros.
Pero Berlín, ya saben, apostilló sonriendo, siempre va un poco por delante. Siempre es otra cosa.
Estamos a punto de conseguir abaratar aún más el proceso, continuó. Querríamos que dentro de cinco años estos condicionamientos fueran un derecho asistencial más, una garantía para toda la población.
¿Por qué se les iba a prohibir tener niños arios, aún en apariencia? Sería bárbaro. Cruel. Todos admiramos algo, al fin y al cabo.
Las madres futuras no perdían la sonrisa ni cuando la larga aguja casi parecía atravesarles el brazo de lado a lado. Debían de imaginar a sus retoños como en las películas de Leni Riefenstahl.
¿Y hay riesgos?, preguntó alguien. Casi nulos, respondió el director, desde hace un par de años. Antes teníamos ciertos problemas. Desarrollábamos desajustes hormonales en las receptoras. Un grupo de mujeres mexicanas, durante las primeras fases del experimento, hace ya algunos años, amaneció con el vello púbico absolutamente descolorido. Fue a peor, pues toda esa remesa de niños nació muerta y creo, y digo creo porque no seguí personalmente esa etapa del proyecto, que quedaron estériles.
Hoy los riesgos ya no existen. Pueden ver las caras de estas mujeres. Sus hijos nacerán sanos, fuertes, rubios. Esto es lo que hemos hecho por ellas y por el resto del mundo. Esto es lo que tienen que agradecernos. Mírenles las caras.
Pudimos verlas un poco antes de pasar definitivamente ese cristal y pasar a otra sala. Vimos también, tras ellas, un viejo cartel de reclutamiento de la Wehrmacht en una pared.

sábado, 10 de enero de 2015

La calma

Paz, sosiego, tranquilidad. Silencio.
Inconfundible olor a pólvora y a casquillo de bala. A asfalto quemado. A miedo de ayer.
Ya he llegado. Estoy en casa.

jueves, 8 de enero de 2015

Libertad de expresión

Aquí están al fin, mi Gran Señor, las lenguas de todos los que hablaron, las manos de todos los que las usaron, y los ojos de todos los que lo vieron. Aquí está todo, Gran Señor, para ti y tu gloria. Justo como quisiste en esos designios tuyos que nunca te escuché pronunciar, pero que tan bien supe interpretar.

miércoles, 7 de enero de 2015

Intrahistoria (XCVI): Ataque a Charlie Hebdo

Y cuando finalmente para gozo de los fieles llegó la hora largamente señalada y el Todopoderoso y Único Dios tuvo a bien bajar a esta tierra que sus devotos seguidores llamaban su Gran Creación, se acercó hasta la miríada de profetas y vocales y les preguntó, tan perfecta e infaliblemente intrigado:
«Pero, decidme algo; ¿por qué están todos tan serios?».

lunes, 5 de enero de 2015

Noche de Reyes

Se llamó La rebelión de los camellos, y el eufemismo no consiguió esconder la violencia. Las Majestades supervivientes tuvieron que llegar a pie, exhaustos y aterrados. Pidieron agua, y la pidieron por favor, arrodillados y desencajados sus rostros intemporales.
Se habían cambiado las tornas.