lunes, 16 de junio de 2014

Intrahistoria (LXII): Indultos

El abnegado funcionario un día abandonó taciturno y hundido el despacho del excelentísimo señor Ministro. Durante días no fue el mismo hombre ni la misma persona, aún en los sufridos estándares de un entregado funcionario de carrera, siempre pendiente de los caprichos de las cambiantes ejecutivas elegidas por el soberano pueblo. Al parecer, según explicó a aquellos que se interesaron, había perdido la fe en su propia especie en el mismo momento en el que el excelentísimo señor Ministro había ordenado que la Justicia le llevara el café.
Solo y sin azúcar.

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