La turba, que siempre conoce bien sus armas, se
encomendó pronto a sus instrumentos más eficaces. Así que, de pronto, una
catarata de vengativos curiosos hizo lo que no había hecho nunca hasta
entonces: abrir un mapa y buscar dónde carajo se encontraba la dichosa OCDE esa.
«La que ha dicho que no sabemos leer ni contar». Si por fortuna sería Francia
en francés, o Austria en austriaco, «porque yo, en idiomas, voy…». Daba lo
mismo. Los cuchillos ya se estaban afilando mucho antes de poder ponerle
fronteras al agraviante.
«A estos», se dijo, se murmuró con ansia de
revanchismo y mala sangre, «los meamos al fútbol en el próximo Mundial».