lunes, 10 de junio de 2013

Bagatelas

El señor Romero, al llegar una mañana a las oficinas en las que trabajaba, encontró a una de las mujeres de la limpieza, Encarnita, llorando a lágrima viva en las escaleras, totalmente de los nervios y al borde de la histeria. Ante esta estampa, el señor Romero le preguntó qué ocurría. A Encarnita solo le faltó arrancarse el pelo de tanto tirar de él, pero el señor Romero, lejos de intentar disuadirla de cometer una locura – con lo poco que le quedaba para jubilarse -, la dejo hacer, porque entendió que los nuevos tiempos implican nuevas modas en el mundo del estilismo, del que se confesaba sin pudor totalmente profano. A su edad.
- ¡¡Hay un hombre decapitado ahí arriba!!
El chillido seguramente llegó a los empleados castigados encerrados en el sótano. Pero el señor Romero, todo un administrativo de primer nivel, lo tomó con bastante estoicismo, y reflexionó en voz alta las conclusiones. El camino que hemos andado. Los pasos que hemos seguido. Lo que hemos visto por el camino. Etc.

- Vaya. Entonces supongo que la cabeza de la puerta no es decorativa.

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